No podemos obligar a nadie a ver aquello para lo que aún no está preparado

Muchas veces solemos sentirnos frustrados porque alguien no ve algo que quizás para nosotros es evidente, solemos cuestionar su entendimiento, sus sentimientos, su empatía, su interés por comprender, sus capacidades y todo aquello que nos parezca una barrera o una limitación para entender o actuar ante una situación determinada.

Tenemos que estar claros que todos tenemos perspectivas diferentes, enfoques propios, ligados a nuestras experiencias, nuestras creencias o nuestro desarrollo y que ello va a generar diferencias de apreciación para todas las cosas.

El respeto a cada quien encierra la capacidad de entender tanto como que una persona no está preparada para asimilar algo de alguna forma o que sencillamente que tiene su propia manera, que no necesariamente debe coincidir con la nuestra.

Muchas veces nosotros mismos solemos de alguna manera sorprendernos con nuestros cambios ante una situación igual o similar a otra anteriormente vivida y darnos cuenta de que no hemos reaccionado igual, que inclusive lo que una vez concluimos que fue lo mejor que pudimos haber hecho, ahora se muestra como una actitud fuera de lugar e inclusive mediocre en comparación a nuestros recursos actuales.

Todos evolucionamos, aprendemos, algunos inclusive tenemos experiencias que no nos hacen ser mejores, sino nos hacen desconfiar, limitarnos, actuar de manera más precavida, cerrarnos al amor… en fin… experiencias que nos cambiarán y nos harán ver, entender y actuar de una manera diferente a lo que solíamos hacer.

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Si en nosotros podemos ver respuestas asociadas a nuestras vivencias, también debemos saber entender al otro, que a fin de cuentas hace lo mejor que puede con los recursos que tiene.

Podemos intentar plantear nuestra visión, podemos tratar de hacerle ver a alguien más un escenario como lo hacemos desde nuestra óptica, pero debemos respetar los procesos y las decisiones de la otra persona. Inclusive tratando de ser lo más empáticos posibles, con el fin de entender las razones de sus respuestas ante determinados hechos.

Aceptemos aquello que no está en nuestras manos cambiar, aprendamos a respetar los motivos, los intereses y las prioridades de la otra persona, sin presionar, sin juzgar, sin ser arrogantes o creernos dueños de la verdad. Todos tenemos libertades y una de ellas es decidir lo que pensamos que es lo mejor, aun cuando la vida nos demuestre que pudimos haberlo hecho mejor.

La libertad no es nada más que una oportunidad para ser mejor. ― Albert Camus

Démosle a cada quien la oportunidad de razonar, de crecer, inclusive de equivocarse y de asumir las consecuencias de sus actos, quizás en algún momento la vida se encargue de hacerle coincidir con nuestra visión o bien ocurra de manera contraria y seamos nosotros los que hayamos demostrado no estar preparados para ver algo específico.

Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias: tienen que esperar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad. ― Nietzsche

Rincón del Tibet

Las personas que se van de nuestra vida físicamente, nos acompañan de muchas maneras

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Es menester de la humanidad enfrentar y lidiar con las pérdidas, nada es eterno, más que la vida misma en su esencia, por lo tanto nos corresponde ir y venir infinidades de veces, progresar, aprender, amar y estudiar en la vida y en sus maravillas. Lo mismo ocurre con cada ser de este planeta, las personas que amamos se marchan físicamente, dejan de estar, no podemos verlos ni escucharlos…o quizás si…podemos si elevamos nuestros sentidos, llegar a percibir su hermosa compañía.

El fallecimiento del cuerpo humano es idéntico a lo que sucede cuando una mariposa emerge de su capullo. Elisabeth Kübler-Ross

Muchas veces ocurren cosas que jamás logramos entender, o al menos a corto plazo, sucesos que podemos ver como fenoménicos o lo que se llama hoy día paranormal, sin embargo, si abrimos nuestra mente y dejamos nuestros temores y prejuicios a un lado, nos daremos cuenta que nada es anti natural, que existe una conexión eterna con aquellas personas que amamos y que de alguna manera siempre sentimos que nos acompañan, que nos intuyen, que nos inspiran y hasta muchas veces nos influencian de tal manera que es como si recibiéramos el consejo directo, de la misma manera que nos lo darían estando vivos.

Las personas que forman parte de nuestra vida siempre permanecen en ella, porque el espíritu es libre de estar donde ama, más allá de las distancias, de las fronteras o de los pensamientos, siempre vuelve al sitio donde amó y fue amado, no en sufrimiento, no es represión o atadura, sino en lo más sutil y sublime del amor universal y en la plena armonía que une a cada ser humano.

Existe gente esperando por ti que fallecieron antes que tú, quienes te quieren y aprecian bastante. Elisabeth Kübler-Ross

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No importa que creencia, credo, religión o práctica compartimos en la vida, todos alguna vez hemos presentido ese más allá que nos embarga, esa sensación de que no todo termina allí y ese sentimiento de acompañamiento, en los peores y mejores momentos de nuestra vida, esa persona llega a nuestra mente, ese recuerdo claro o difuso, esas palabras que nos quedaron grabadas en el alma, esa sensación, ese olor, esas maneras que acompañaban a esa persona. De alguna manera sentimos que está con nosotros y que puede guiarnos…

¿Y por qué no?…sería injusto pensar que una vez que nos marchamos de este plano, abandonamos y dejamos atrás todo aquello que amamos y a quienes nos amaron, por el contrario, el vínculo que se forja en este terrón, se mantiene eternamente, las afinidades, las conexiones, las relaciones virtuosas o no, siempre formarán parte de nuestra alma, cada persona, para bien o para mal, se hace parte de nosotros, de allí la imperiosa necesidad de amar  e ir desplazando cada vez más de nuestra vida, el resentimiento, los odios, los prejuicios y las acciones que afectan a los demás.

La experiencia de morir es casi idéntica a la experiencia del nacimiento. Es el nacer a una forma diferente de existencia la cual puede ser probada de forma muy simple. Por miles de años te hicieron creer en las cosas del más allá. Pero para mí, ya no se trata de creer sino de saber. Elisabeth Kübler-Ross

Cada pensamiento de nuestra vida tiene una consecuencia, más aún cada acción, lo mismo ocurre con los pensamientos de todos en el mundo, que se van conectando y atrayendo en su misma frecuencia. Lo mismo ocurre con quienes ya no están y atraemos con nuestro pensamiento, con una sonrisa o con una lágrima.

Abre tus percepciones y alerta tus sentidos, deslastrate de los temores y percibe la compañía de los seres que amaste y te amaron y que influencian tu vida día a día, siempre estarán, acompañándote de muchas maneras, de allí, el vínculo eterno del amor verdadero.

El Rincón del Tibet

Fuente: paradigmaterrestre.com

La casualidad no existe, existe la sincronicidad

A todos nos ha pasado en alguna ocasión una coincidencia que parecía tan improbable que nos resulta mágica y epifánica, como si existieran conexiones entre sucesos, personas o información a través de hilos invisibles que tan sólo podemos vislumbrar por momentos.

Seguro que alguna vez te ha pasado que un libro o un anuncio publicitario te han dado la respuesta a esa duda que continuamente te estabas planteando, que ibas a llamar por teléfono a una persona y en ese mismo instante, es ella la que te llama, que has tenido un encuentro inesperado en un lugar inesperado o que has encontrado a la persona exacta cuando la necesitabas apareciendo de la nada. Esto no es casualidad, sino sincronicidad, uno de los aspectos más enigmáticos y sorprendentes de este universo.
¿Qué es la sincronicidad?

El psicólogo Carl G. Jung fue quien acuñó el término de sincronicidad, refiriéndose a “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera no causal”, como la unión de los acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar pero que tiene cierto sentido para la persona que lo observa.

Jung llegó a la conclusión de que hay una íntima conexión entre el individuo y su entorno, que en determinados momentos ejerce una atracción que acaba creando circunstancias coincidentes, teniendo un valor específico para las personas que la viven, un significado simbólico. Son este tipo de eventos los que solemos achacar a la casualidad, la suerte o incluso a la magia, según las perspectivas que tenemos.

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La sincronicidad nos representaría en el plano físico por ejemplo, la idea o solución que se esconde en nuestra mente, maquillada de sorpresa y coincidencia, siendo de esta manera mucho más fácil alcanzar.

Una experiencia sincrónica suele venir a nuestras vidas cuando menos nos lo esperamos, pero en el momento exacto, cambiando en ocasiones la dirección de nuestras vidas e influyendo en nuestros pensamientos. Pero para ello, tenemos que estar receptivos y atentos al mundo que nos rodea, creando la apertura a esa posibilidad de sincronicidad.

Cuanto más alertas estemos con respecto a nuestro entorno, más probabilidades habrá de que ocurra la sincronicidad a nuestro alrededor o al menos, que le prestemos atención desde pequeñas conversaciones, canciones de la radio o mensajes publicitarios, por ejemplo, hasta encuentros aparentemente “fortuitos”. Tan sólo hay que estar atentos.

Si dejamos a las circunstancias fluir y no presionamos ni forzamos la ocurrencia de sucesos o la voluntad de las personas, mientras mantenemos una actitud receptiva y de apertura, dejándonos llevar por nuestra intuición y nuestra sabiduría interior, nos abriremos a “la magia” que nos ofrece la experiencia de la sincronicidad. Si sabemos escucharla puede convertirse en una buena guía para nuestras vidas.

Quizás esta sea una de las muchas leyes universales que no puedan ser probadas con demasiada seguridad, pero que sin embargo su presencia ha guiado la vida de multitud de personas sin siquiera pensarlo, y es una de las razones que nos hace mantenerla vigentes.

Incluso este artículo puede haber sido fruto de la sincronicidad.

-Gema Sánchez Cuevas-

Fuente: paradigmaterrestre.com